quinta-feira, 8 de julho de 2010


FORMULARIO PARA ADMINISTRAR
EL BAUTISMO A NIÑOS – I
La doctrina del Santo Bautismo está comprendida en estas
tres partes:
Primera: Que tanto nosotros como nuestros hijos hemos
nacido y sido concebidos en pecado, y por tanto somos
hijos de ira, de manera que no podemos entrar en el reino
de Dios a no ser que nazcamos de nuevo. Esto se nos
enseña por medio de la inmersión en y la aspersión con
el agua, con lo cual se simboliza la impureza de nuestras
almas, para que, llevados a desagradarnos a nosotros
mismos, nos humillemos ante Dios y busquemos
nuestra purificación y salvación fuera de nosotros.
Segunda: El Santo Bautismo nos testifica y sella el
lavamiento de los pecados por Jesucristo. Por eso somos
bautizados en el nombre de Dios Padre, Hijo y Espíritu
Santo; ya que, al ser bautizados en el nombre del Padre,
Dios el Padre sella y nos testifica que establece con nosotros
un pacto eterno de gracia; que nos adopta como
hijos y herederos; y que por ello nos quiere proveer de
todo bien, guardarnos de todo lo malo o usarlo para nuestro
bien.
Al ser bautizados en el nombre del Hijo, Dios el Hijo
asegura que nos limpia en su sangre de todos nuestros
pecados, incorporándonos a la comunión de su muerte
y resurrección, de manera que, liberados de nuestros
pecados, somos justificados ante Dios.
Asimismo, al ser bautizados en el nombre del Espíritu
Santo, Dios el Espíritu Santo nos asegura por medio
de este sacramento que quiere morar en nosotros y
santificarnos como miembros de Cristo, otorgándonos lo
que en Cristo tenemos, a saber: el lavamiento de nuestros
pecados y la renovación continua de nuestra vida,
a fin de que un día aparezcamos sin mancha entre la
congregación de los elegidos en la vida eterna.
Tercera: Por cuanto en todo pacto existen dos partes,
Dios, por el Santo Bautismo, nos exhorta y obliga a
una nueva obediencia, a saber: que nos adhiramos a este
único Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, confiando en
Él y amándole de todo corazón, de toda alma, de todo
ánimo y con todas las fuerzas; abandonando el mundo,
crucificando nuestra vieja naturaleza y viviendo piadosamente.
Y si a veces, debido a nuestra flaqueza, caemos
en pecado, no debemos por ello desesperar de la
misericordia de Dios ni permanecer en el pecado, por
cuanto el Bautismo es un sello y testimonio indubitable
de que tenemos un pacto eterno con Dios.
Y aunque nuestros hijos no entienden estas cosas, no
por ello podemos excluirlos del Bautismo, por cuanto,
sin que ellos lo sepan, participan de la condenación en
Adam, y así también en Cristo son aceptos en gracia; como
dice Dios a Abraham, el padre de todos los creyentes, y
por ende a nosotros y a nuestros hijos: “Y estableceré mi
pacto entre mí y ti, y tu descendencia después de ti en sus
generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el
de tu descendencia después de ti” (Gn 17,7). Esto también
lo testifica Pedro con estas palabras:
“Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros
hijos...” (Hch 2,39). Por eso Dios mandó antes circuncidarlos,
lo cual era un sello del pacto y de la justicia que
es por la fe; por eso también Cristo los abrazó, puso sus
manos sobre ellos y los bendijo (Mt 19:3-15).
Ocupando, pues, ahora el Bautismo el lugar de la circuncisión,
se ha de bautizar a los niños como herederos
del Reino de Dios y de su pacto, siendo obligación
de los padres enseñarles estas cosas mientras crezcan.
A fin de que podamos practicar esta santa ordenanza
de Dios para Su gloria, para nuestro consuelo y para
edificación de la congregación, invoquemos su santo
nombre:
Oración
Oh todopoderoso, eterno Dios, que según tu severo juicio
castigaste al mundo incrédulo e impenitente con el diluvio,
salvando y guardando al piadoso Noé y a los suyos
por tu gran misericordia; y que sepultaste al endurecido
Faraón y todo su ejército bajo el mar Bermejo, y
llevaste a tu pueblo en seco por el mismo -lo que prefiguraba
el Bautismo-; te rogamos, por tu infinita misericordia,
que mires en tu gracia a este tu niño, y lo incorpores
por tu Espíritu a tu Hijo Unigénito Jesucristo, para
que, sepultado en Su muerte por el Bautismo, resucite
también con Él a nueva vida; a fin de que, siguiéndole
diariamente, pueda llevar su cruz con gozo, adherirse a Él con verdadera fe, firme esperanza y ardiente caridad;
y, consolado con tu amor, pueda al fin abandonar esta
vida -que no es sino una muerte continua- y comparecer
confiadamente ante el tribunal de Cristo, tu Hijo, que
contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios, vive y gobierna
eternamente. Amén.
Exhortación a los padres o testigos
Amados en el Señor Jesucristo, habéis oído que el
Bautismo es una ordenanza de Dios para sellar su pacto
con nosotros y nuestra simiente, por lo cual debemos
usarlo con ese fin, y no por costumbre o superstición.
Responded, pues, sinceramente a estas preguntas, a fin
de que se manifieste que estáis dispuestos a ello:
Si bien nuestros hijos son concebidos y nacen en pecado,
y por tanto sometidos a toda suerte de miseria, aún
más, a la condenación misma, ¿reconocéis que en Cristo
son santificados, y que por tanto, y como miembros
de Su Iglesia, deben ser bautizados?
¿Confesáis que la doctrina contenida en el Antiguo y
el Nuevo Testamentos, y en los artículos de la fe cristiana,
enseñada en esta iglesia, es la verdadera y completa
doctrina de salvación?
¿Prometéis y resolvéis enseñar y hacer enseñar, al
máximo de vuestra capacidad, a este niño, cuando haya
llegado a uso de razón, la doctrina citada?
Respuesta: Sí
Al bautizar, el ministro dirá:
N..., te bautizo en el nombre del Padre, y del Hijo, y
del Espíritu Santo.
Oración de gracias
Todopoderoso y misericordioso Dios y Padre, te damos
gracias y te alabamos porque nos perdonaste a nosotros
y a nuestros hijos todos nuestros pecados por la
sangre de tu amado Hijo Jesucristo, y nos has adoptado
por tu Espíritu Santo como miembros de tu Hijo Unigénito,
y por lo tanto también como hijos tuyos, sellando y confirmando
esto con el Santo Bautismo. Te pedimos también,
por tu Hijo amado, que dirijas siempre a este niño
a fin de que sea educado piadosamente, y crezca y progrese
en el conocimiento del Señor Jesucristo, para que
reconozca tu paternal bondad y misericordia que Tú le
has mostrado como a todos nosotros; y que viva en toda
justicia bajo nuestro único Maestro, Rey y Sumo Sacerdote,
Jesucristo; que combata valerosamente y triunfe sobre
el pecado, el diablo y todo su reino, para glorificarte y
alabarte eternamente a ti y a tu Hijo Jesucristo, y al Espíritu
Santo único y verdadero Dios. Amén.


DECENTEMENTE Y CON ORDEN
1 Cor. 14:40
Edita y distribuye:
FUNDACIÓN EDITORIAL DE LITERATURA REFORMADA
(FELiRe)
Apartado 1053 - 2280 CB Rijswijk - Países Bajos
Distribuye:
FUNDACIÓN EDITORIAL DE LITERATURA REFORMADA
FELiRe, Apartado 96.018, 08080-BARCELONA, ESPAÑA

Nenhum comentário:

Postar um comentário